miércoles, 23 de noviembre de 2011

HISTORIA DE LA GERIATRÍA.

Hoy, hablar de la necesidad del cuidado y respeto a los ancianos parece una obviedad. En nuestra sociedad, el propio Estado los protege, existen instituciones exclusivamente dedicadas a ellos y programas destinados a su atención. Pero ni esto ha sido siempre así, ni todas las culturas le han dado su sitio en la sociedad como parte activa y tan importante como cualquier otra. A lo largo de la historia del ser humano, desde el hombre de cromañón hasta nuestros días, los ancianos han tenido posiciones muy distintas como miembros de la sociedad. Las diferencias del trato a los mayores entre las culturas ricas y cultas, y aquellas culturas más pobres e incultas, son notables y cuanto menos curiosas.
Empezando por el hombre de cromañón, trescientos mil años antes de Cristo,  la esperanza media de vida era de treinta y cinco años, aunque se cree que se podía llegar a vivir hasta los cincuenta. Si lo miramos desde una perspectiva actual, los ancianos de la prehistoria morían muy jóvenes, algo que está justificado en aspectos como el hábitat hostil, las enfermedades y las guerras tribales. De las sociedades prehistóricas, se sabe por los hallazgos arqueológicos que enterraban a sus muertos, lo que lleva a algunos estudiosos a pensar que de igual forma que respetaban a sus muertos, muy probablemente cuidarían a los enfermos y a los más ancianos de las tribus.
Si continuamos el hilo de la historia y miramos hacia atrás a las culturas ancestrales de América,  Asia y África,  encontramos una clara contraposición  entre  pueblos ricos y cultos, y pueblos pobres e incultos, a la hora de cuidar a sus mayores.
En América del Norte, los indios mohicanos, los iroqueses y los hurones, y los bongos africanos de Sudán, son tribus donde la figura del anciano es sumamente protegida y atendida. La rica cultura azteca recurre como fuente de sabiduría al consejo de ancianos y para hacerles la vida más llevadera, las permitían emborracharse a diario. De manera antagónica, los pueblos incultos y pobres, en ocasiones pueblos que han de sobrevivir en hábitats duros, maltrataban a los ancianos; los indios pima de California apedreaban a sus viejos, los yakatos de Siberia los abandonaban en el hielo,  los koryaks del extremo oriente ruso,  y los bosquimanos de África los estrangulaban, pero de forma ceremonial, que debía de parecerles menos cruel.

Indios iroqueses

Avanzando poco a poco, llegamos a los dos grandes pilares de la Antigüedad Clásica, Grecia y Roma. Un periodo histórico que destaca por el nacimiento de la democracia y las polis griegas, y la prolífica actividad política, artística e intelectual.
Es en esa Grecia Clásica, donde nace la figura del geronte (procedente del griego geron, anciano), el miembro del consejo de ancianos que asesoraba al rey en cuestiones políticas controlando así, en parte, las ciudades estado. Platón aborda el tema de la senectud  en algunas de sus obras literarias y la escuela hipocrática habla en sus escritos de higiene corporal, actividad física y mental y preceptos dietéticos basados en la sobriedad como  normas para la asistencia de los ancianos y sus enfermedades.
En Roma, Galeno, médico a quien se le atribuye la autoría del primer libro dedicado a la ancianidad, y Cicerón, filósofo político y escritor autor de “De Senectute”, coinciden por primera vez en la historia de la humanidad en que la vejez no es una enfermedad sino un estado evolutivo del organismo del hombre y dan las mismas pautas para el cuidado del hombre en su etapa senil que ya recomendaran años atrás los griegos.

Cicerón (106-43 a.c)

Si se habla de historia, cultura y evolución del ser humano, hay que hablar de religión, de las grandes religiones monoteístas desde que el hombre es hombre y existe el mundo. Judíos, islamistas y cristianos respetan y cuidan a sus mayores, han visto siempre en el “viejo” fuente de sabiduría. Más concretamente los cristianos medievales cuidan a sus ancianos en base al concepto de caridad,  caridad dada a ese hombre desvalido y enfermo que es el anciano y a los preceptos bíblicos.  Aparecen por primera vez como institución los gerocomios, lugares para el internamiento y cuidado de las personas mayores, muy extendidos en la época bizantina y que pueden considerarse el antecesor directo de las actuales residencias geriátricas.
Y es así como desde los cromañones al hombre del siglo XXI, de Polo a Polo del planeta, la sociedad ha tratado a sus mayores. A veces con respeto y veneración, otras con absoluto desprecio, pero en cualquier caso, son los antecedentes culturales de la actual realidad social en la que, por mucho que parezca que cuidamos a nuestros mayores, no siempre se hace lo suficiente.