Los ancianos golondrina son aquellos que viven en una eterna mudanza, personas mayores que se trasladan a vivir en casa de los hijos de forma itinerante entre los distintos domicilios por periodos determinados.
En España viven más de 7,7 millones de personas mayores, lo que supone el 16 por ciento de la población total, según datos del Instituto Nacional de Estadística. De ellos el 21 por ciento viven solos, el 41 por ciento en pareja, el 30 por ciento viven con hijos y el 5,7 por ciento tienen otras formas de convivencia.
Existen diferencias significativas entre los hombres y las mujeres que viven solos, el 11 por ciento son hombres, frente al 24 por ciento que son mujeres, sin embargo es muy similar el porcentaje de mayores que viven con hijos (33 por ciento de los hombres y el 35 por ciento de las mujeres), según los datos del Informe sobre personas mayores en España en 2008. En relación con la persona que presta los cuidados, en los hombres es la esposa, seguido de la hija y en el caso de las mujeres, son las hijas las que cuidan, seguido del marido.
En relación a la convivencia en el domicilio de los hijos y situación de dependencia de las personas mayores, el 34 por ciento no presenta dependencia, el 37 por ciento dependencia leve, el 14 por ciento moderada y el 15 por ciendo dependencia grave.
Las estructuras familiares, roles y tareas de los miembros en la familia han evolucionado en las últimas décadas. La familia sigue siendo el apoyo principal de las personas mayores que precisan ayuda, la edad avanzada reduce la posibilidad de vivir de forma autónoma y paralelamente nos encontramos con cuidadores cada vez más mayores.
El 25,6 por ciento de los mayores viven en el propio domicilio con los hijos y el cinco por ciento viven en el domicilio de sus hijos.
Frente a la creencia de que es superior el número de mayores que viven de forma itinerante en varios domicilios de los hijos, es muy superior la convivencia con uno de ellos y principalmente una hija.
Cambiar de casa continuamente dificulta la integración del mayor en la familia, el entorno, en las actividades comunitarias y su relación con otras personas. Cada familia tiene personas y dinámicas distintas y el mayor ocupa un rol diferente, la constante adaptación al cambio puede favoreces la ausencia de rol en la familia.
Además, la adaptación y ajuste de espacios y horarios domésticos constantes puede dar lugar a conflictos en la familia.
Además, la adaptación y ajuste de espacios y horarios domésticos constantes puede dar lugar a conflictos en la familia. La falta de organización familiar en relación a los cuidados puede provocar una sobrecarga en el cuidador principal. El cambio constante y la falta de información, seguimiento o coordinación entre los profesionales sanitarios puede dificultar la detección de signos de dependencia o síndromes geriátricos por los profesionales sanitarios y los cuidadores, lo que repercute en que no se puedan realizar acciones preventivas, lo que puede favorecer el aumento de la dependencia.
La falta de control del entorno doméstico de cada vivienda dificultará la realización de actividades cotidianas, lo que puede dar lugar a situaciones de dependencia y sobreprotección.
La necesidad de adaptación continua favorece la desorientación, pérdida de autonomía y baja participación en la toma de decisiones.
Por otra parte, el cambio de domicilio puede suponer un cambio de médicos y otro profesionales de refetencia que llevan al seguimiento del anciano, lo que dificultaría el seguimiento de su salud y sus tratamientos. Esta situación también puede provocar ansiedad y depresión y disminución del nivel de satisfacción con la vida.