sábado, 10 de diciembre de 2011

Atención a los primeros síntomas de la demencia senil

La demencia senil consiste en la progresiva pérdida de funciones cognitivas, debido a daños o desórdenes cerebrales más allá de los atribuibles al envejecimiento normal. La mayoría de los tipos de demencia son degenerativos, por lo que es importante actuar en los factores que se pueden modificar, en la prevención está la clave.
Lo que tradicionalmente había constituido el objeto de la actividad médica, es decir, el diagnóstico de la enfermedad, ha sido claramente insuficiente para asegurar el bienestar de los pacientes y sus familias. Lo realmente importante en las sociedades de progreso es conseguir que, diagnosticando pronto, nos anticipemos a los síntomas más importantes de cada dolencia, consiguiendo no sólo la curación, sino otras funciones que palien total o parcialmente, las consecuencias de la enfermedad.
Por tanto, el médico debe de pasar de un concepto unitario de enfermo y enfermedad a un concepto más global en el que es imprescindible abordar las consecuencias de enfermar tanto a nivel familiar, social como laboral, de cara  a poder integrar al enfermo al mismo entorno y, a ser posible, en las mismas condiciones que tenía previamente. Pero quizás sea en la demencia donde encontramos el ejemplo más vivo de esto. Los nuevos criterios de diagnóstico para la enfermedad de Alzehimer establecen como criterio central para el diagnóstico el que interfiera con la capacidad funcional en el trabajo o en las actividades usuales, y que represente un declive con respecto a los niveles previos de funcionalidad y rendimiento.
La demencia generalmente ocurre en edad avanzada, es poco común en personas menores de 60 años y el riesgo de padecerla se incremente a medida que una persona envejece.
La presión arterial, la diabetes, las cifras elevadas de colesterol, los factores psicosociales y los relacionados con el estilo de vida, son los principales factores que pueden llevar a la aparición de la demencia. Por eso, si se modifican, se puede prevenir esta patología mental. Evitar la hipertensión y controlar el colesterol y la diabetes, así como mantener una dieta y un estilo de vida saludables puede reducir el riesgo de desarrollar demencia.
En la búsqueda de factores modificables de la enfermedad, muchos estudios han proliferado en los últimos años. Saber qué variables inciden de forma más notable en la reserva cognitiva (los años totales de escolaridad, el cociente de inteligencia, la ocupación profesional realizada a lo largo de la vida, así como las aficiones, la alimentación y la actividad física practicada con regularidad, entre otras) , suponen a la comunidad científica un reto que ayudará a resolver el primer interrogante anunciado.
Muchos estudios han corroborado la relación entre la pérdida de la actividad habitual y el comienzo de una demencia. Sin embargo, estos pacientes y sus familias, sólo acuden al médico cuando existen datos evidentes de afectación de memoria. Es evidente que solo la familia es capaz de anticiparse, la primera en saber que una persona ha dejado de hacer algo que antes realizaba, pero además resulta esencial comprobar si lo realiza con menos eficacia o más desorganizadamente o en menor tiempo. Es esencial para el diagnóstico precoz de la enfermedad que el familiar o cuidador consulte a su médico al comprobar que una persona de su entorno, a la que conoce muy bien, sin causa aparente ha dejado de hacer o hace mucho peor las cosas que antes hacía normalmente o que ya no se relaciona con los demás o que ha abandonado su actividad social.