jueves, 12 de enero de 2012

Abuelos, hijos y nietos


Nuestra familia es el lugar de referencia donde nacemos y crecemos. Una ayuda unestimable para superar las adversidades de la vida, pero a veces también es el origen de muchas de nuestras preocupaciones. A medida que pasan los años, las relaciones familiares cambian, se transforman y van teniendo significados distintos. Las relaciones con los hijos son un buen reflejo de estos cambios.

La alegría y la preocupación por el nacimiento de un hijo, con el tiempo se va transformando en una preocupación distinta. Poco a poco van creciendo y creando su propia vida y los padres dejan de ser el centro y la referencia.
Todo ello obliga a que las relaciones con nuestros hijos cambien, y se vayan ajustando a los distintos momentos que toca vivir. A medida que ellos crecen, los cuidados y protección de cuando eran pequeños se han de ir transformando en oportunidades para ayudarles a encontrar su propio camino.

Las relaciones con los hijos cuando éstos ya se convierten en adultos han de estar guiadas por la confianza, el apoyo y el respeto. Los hijos nos convertimos en personas adultas, en buena medida gracias a la ayuda de los padres, y tenemos nuestro propio criterio y forma de actuar; aunque, en ocasiones, no coincida con el nuestro.
En este momento de la vida, como también en otros, lo mejor es que esten cerca de nosotros, que los padres conozcan nuestras inquietudes, nuestros proyectos y nuestras preocupaciones. Estar cerca del mundo en el que nos movemos contribuye a que nuestros padres se acerquen a los cambios sociales, cambios de modos de trabajo y de ocio, y a las nuevas perspectivas.
Las formas de relacionarse, las prioridades, los valores cambian a una velocidades, los valores cambian a una velocidad de vértigo en nuestra sociedad y afectan a nuestras relaciones familiares. Divorcios, nuevas parejas, hijos de hijos que no comparten abuelos.
Seguramente, las relaciones que mejor sobreviven a lo largo del tiempo son las que mejor se adaptan a estos cambios.



Se dice que los nietos siempre son la alegría de un hogar, pero a muchas personas, los nietos les pillan desprevenidos. Estaban en la idea de que todavía eran jóvenes, en la plenitud de vida y de repente son abuelos. Les cuesta aceptar que alguien se refiera a ellos como abuelos.
Otros sin embargo, esperan con anhelo recibir el trato de "abuelo" o "abuela". Para todos es una oportunidad de comenzar una nueva relación con niños, distinta a la mantenida con los hijos.
Compartir historias, juegos y aventuras son oportunidades de aprendizaje y de disfrute que sólo pueden dar los nietos. El tiempo que pasan juntos abuelos y nietos contribuye a que los niños valoren las aportaciones de los abuelos y éstos "conecten" con los nuevos entornos en los que los nietos están creciendo. Naturalmente, tendrá que haber diferencias, no se puede estar de acuerdo en todo. Es hora de respetar.

El tiempo pasa y un buen día los niños que jugaban en el parque se han convertido en adolescentes que buscan su camino en la vida. En la mayoría de los casos, las relaciones con los abuelos se mantienen, especialmente cuando éstos se acomodan a las nuevas necesidades de los nietos: respetar la independencia, dar confianza y ayuda o consejo, suelen ser buenas claves para las relaciones con adolescentes.
Las relaciones con los hijos y los nietos forman parte de nuestra trayectoria. Nos acompañan a lo largo de la vida. Si las repasamos encontraremos momentos felices y otros difíciles que en ocasiones se han superado y en otras, sin embargo, no se han resuelto. Todo ello, lo bueno y lo no tanto, nos ha ayudado, sin embargo, a reconocer muchas de nuestras capacidades y posibilidades también características personales sobre las que hemos de actuar.
Eso es la familia. Un entorno en el que todo cambia para continuar permaneciendo, un lugar en el que no se deja de aprender de los demás, también de uno mismo.