martes, 10 de enero de 2012

Detectar la diabetes a tiempo

Más que una enfermedad, la diabetes es un conjunto de ellas, puesto que la hiperglucemia mantenida tiene consecuencias negativas sobre el riñón, el corazón o los ojos, provocando un  envejecimiento acelerado. De ahí la importancia de detectarla precozmente.
La glucosa es nuestra principal fuente de energía: la obtenemos a través de los alimentos, pero sólo podemos utilizarla mediante la intervención de la insulina, una hormona producida en el páncreas que facilita el paso de la glucosa desde a sangre al interior de las células, donde es transformada en la energía imprescindible para el funcionamiento del organismo. La<s personas que padecen diabetes tienes un déficit de insulina, total o parcial, que hace que se eleven sus niveles de glucosa en la sangre. El déficit de insulina puede aparecer por una producción pancreática insuficiente (diabetes tipo I) o por una respuesta alterada a la insulina por parte de las células del organismo, que tiene repercusión no sólo sobre el metabolismo de los hidratos de carbono, sino también sobre el de lípidos y proteínas (diabetes tipo II).
La diabetes es la enfermedad endocrinometabólica más frecuente, hasta el punto de poder considerarse una epidemia: en el año2000 había 171 millones de personas con diabetes, que llegarán a ser 370 millones en el año 2030. El 10 por ciento de los casos son de diabetes tipo I, que se presentan, por lo general, en personas  jóvenes, aunque puede aparecer a cualquier edad. En el 90 por ciento restante hablando de diabetes tipo II, propia de las etapas adultas de la vida, cuya prevalencia aumenta, además, exponencialmente con la edad: proyecciones de diferentes estudios epidemológicos ofrecen cifras tan alarmantes como un incremento del 225 por ciento de forma global, que en mayores de 75 años será el 460 por ciento.
Los síntomas de la diabetes son la emisión excesiva de orina (poliuria), el aumento de la sed (polidipsia)  del hambre (polifagia), acompañados de pérdida de peso que se mantiene a pesar del incremento de la ingesta alimentaria. En las personas mayores, sin embargo, la presentación de la diabetes suele ser atípica por los cambios asociados a la edad y por la coexistencia de otras enfermedades que dificultan el diagnóstico de la diabetes. Así, los síntomas de la diabetes  en ellos pueden variar de ninguno hasta la gangrena de un pie o el infarto de miocardio.
La diabetes, igual que la hipertensión arterial no controlada, se asocia a complicaciones a largo plazo: la hiperglucemia mantenida acelera los cambios arterioscleróticos, aumentando el riesgo de padecer complicaciones macrovasculares y microvasculares. La diabetes es, junto con la hipertensión arterial, el hábito tabáquico y la dislipemia (alteración de los niveles normales de lípidos plasmáticos, fundamentalmente colesterol y triglicéridos), uno de los grandes factores de riesgo vascular. La probabilidad de sufrir problemas vasculares son secuelas de mortalidad aumenta cuando se asocian estas enfermedades, por lo que su prevención y tratamiento es fundamental.
En las personas mayores es imprescindible, además, tener en cuenta que la diabetes se asocia con el deterioro funcional  e incapacidad. Por ello, la diabetes puede derivar de secuelas de las complicaciones crónicas como ,por ejemplo un ictus, de posibles efectos secundarios de los fármacos, o de los efectos de la enfermedad sobre el estado nutricional, el ánimo y la situación cognitiva del paciente.
Puesto que los síntomas, salvo en casos aislados, son inespecíficos, la diabetes es una enfermedad que debe buscarse. Del mismo modo que el médico de cabecera y la enfermera controlan nuestras cifras de presión arterial de forma programada, debemos realizarnos una analítica de sangre de forma periódica para detectar los niveles elevados de glucosa. Las cifras elevadas deben confirmarse, para lo cual, por lo general, se realiza al paciente una prueba para observar cómo responde su organismo a una sobrecarga oral de glucosa.
La prevención de la diabetes se basa en modificar el estilo de vida. Lo primordial es llevar una dieta equilibrada, con gran consumo de ácidos grasos poliinsatudaros, fibra y consumo moderado de alcohol.
Además, es muy recomendable practicar ejercicio físico con regularidad y abandonar los hábitos nocivos como el consumo de tabaco.
Por otra parte, nuestro médico debe vigilar nuestros factores de riesgo cardiovascular, lo que resulta esencial para un buen control de la diabetes. Un buen seguimiento de la enfermedad hará que la diabetes no afecte irremediablemente y de forma negativa a nuestra calidad de vida.